Mi proceso de escritura
Por Kristin Cashore
En serio: escribir es muy duro y yo estoy loca.Lo primero, los entresijos de mi proceso de escritura. Escribo a mano. Si abrieras mi cuaderno por cualquier página, encontrarías tantas tachaduras y flechas e indicaciones que dicen “ve a la marca azul” o “ve a la 37a” que probablemente acabarías llorando. (Al menos, ése es el efecto que tiene en mí en ocasiones). También es posible que vieras que me he escrito una nota a mí misma al principio de una página para informarme de que lo que he escrito ahí es una porquería. (Siempre está bien tener un punto de vista realista de la situación).
Una vez he escrito lo que equivaldría a 30 o 40 páginas mecanografiadas, lo transcribo todo a un documento Word, utilizando un programa de reconocimiento de voz. Entonces lo imprimo todo y lo corrijo sobre el papel.
Escribo casi cada día, incluso cuando estoy de vacaciones. Algunas veces dos horas; otras, doce, pero lo más habitual es que sea una media de horas racional. No tengo un mínimo diario. Escribo lo que escribo y mis planes al respecto son siempre cambiantes. No me fuerzo a escribir si no me sale. Intento no mirar el e-mail o hacer cualquier otra cosa que me distraiga, pero en la mayoría de las ocasiones no lo consigo, lo que tampoco está mal, porque las pequeñas interrupciones y las distracciones son parte del proceso.
Mis ideas tienden a empezar con unos personajes que mantienen una conversación, normalmente discusiones. Les escucho; están muy enfadados pero también hay amor o deseo o inseguridad. Y me pregunto ¿por qué se pelean? ¿Qué les ha pasado? ¿Por qué la vida les resulta tan dura?
Y entonces todo empieza a cobrar sentido.
Los personajes, las relaciones y los sentimientos vienen primero. Entonces aparecen la ambientación, el argumento y todo lo demás que se articula alrededor de lo primero. El argumento, el esqueleto que lo mantiene todo junto son, habitualmente, lo último en lo que trabajo. Hay partes del argumento que desconozco hasta que las pongo en el libro y entonces suceden.
Los personajes también resultan esquivos. Una conversación que esté escribiendo puede irse de madre; puedo intentar que un personaje diga algo, pero eso no significa que lo haga. Mis personajes me sorprenden a menudo y entonces me doy cuenta de que estaba equivocada sobre quiénes eran y puedo corregir mi percepción.¿Qué más sobre mi proceso de escritura?Me siento en una butaca. Me paso mucho tiempo mirando a la nada. Hablo sola.
Voy del salón a mi habitación en busca de algo en concreto y cuando llego, se me ha olvidado qué es lo que iba a buscar.
Cuando alguien llama a la puerta, me escondo. Cuando suena el teléfono, le grito: “¡¿Quién puñetas es?!”. Y entonces no contesto.Cuando voy a dar una vuelta por el barrio, me llevo un boli y unos post-its y puede ser que haga exclamaciones en voz alta, o me enfade o me ría descontroladamente.
A veces me da miedo que se me queme la casa, así que acabo guardando el cuaderno en la nevera. Esto lo aprendí de Stephen King. Otra cosa que aprendí de él fue a tomar distancia. A veces estás demasiado cerca, así que tienes que echarte atrás un rato, incluso durante mucho tiempo. Las cosas se vuelven mucho más claras una vez has tomado distancia.
Me preocupa constantemente el libro que estoy escribiendo en cada momento. Me preocupan las palabras, los temas, el argumento en su totalidad; si los personajes son para los demás lo mismo que para mí; si el libro está resultando demasiado largo; si mi personaje es agradable; si el mundo fantástico que he creado resulta creíble; saber si seré capaz de hacer que todo se mantenga firme y si hay algo que valga la pena mantener firme. No hay ni un solo momento en que no tenga algo de lo que preocuparme. He aprendido que en eso consiste escribir un libro. La mayoría del tiempo consigo que no me moleste. Aprendes a ignorar las voces o, por lo menos, a darles la atención que se merecen, a escucharlas y reírte y darles un abrazo y decirles que todo está bien, que ahora podemos irnos a ver la preciosa puesta de sol.♥
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