Me acabo de encontrar con un blog que me hizo pensar en que, en sus orígenes además de poner mis propias fotos acá, escribía. De verdad escribía. No 3 renglones agotadores y vacíos. Escribía.
Además, esto que estoy leyendo, y que mientras escribo esto no me deja tranquila porque quiero seguir leyendo, me hizo pensar en una frase que no recuerdo exactamente y que no tengo ganas de buscar pero que habla de como a veces uno no se enamora de una persona, pero se enamora de lugares, o de gestos, de la manera en las que alguien agrupa las palabras, o de la manera en la que miran a alguien que quieren.
Me sorprende la diferencia de gustos que todos tenemos y como todo se acomoda de manera cuasi perfecta para que, como un rompecabezas, nos armemos de gente y de canciones y de letras y de imágenes que nos completan.
Pero también a veces, cuesta el taparnos los ojos, pero cuando lo hacemos descubrimos igualdades en lugares que no nos esperabamos.
Dos por tres me sorprendo incluso de la gente con la que comparto todos mis días, y ahí residen creo, las mejores cosas de la vida. Porque quienes cuestionan el tiempo y la permanencia es porque no han comprendido aún como funciona. Sorpresa no es sólo encontrarse algo nuevo en lo nuevo, sorpresa es más sorpresa cuando encuentras algo nuevo en lo cotidiano; sorpresa es encontrar un nuevo lunar en quien tantas veces viste, sorpresa es un gesto diferente al hacer el amor; sorpresa es encontrarte un papel en el espejo del baño. Porque sorpresa está en dónde menos la esperamos.
Ayer y hace bastantes días me sorprende alguien que me acompaña hace más de 6 años, pero 6 años de los de verdad. A veces uno busca y busca respuestas sin darse cuenta que están ahí, mirándonos mientras las buscamos.
Brutal sinceridad, increíble lealtad e impresionante igualdad he aprendido encontrar en quienes, teniéndolos al lado por elección creía tan diferentes a mí.
También me gusta sorprenderme de mí. Y eso hace bastante que no me pasa, porque no me estoy dejando ser. Pero para la terapia están los divanes y esto señores, es catársis de barrio.
En una de esas noches matadoras, de revoluciones mentales, me puse a pensar en el tiempo, de tanto en tanto me vienen recuerdos a la mente que no sé ni dónde tenía. Cosas sin sentido como la forma que tenían antes los boletos o los zapatos que odiaba llevar al liceo o una cadena que perdí en un viaje. Si hay algo de lo que peco en esta vida es de ser nostálgica, de todo y de nada. De las cosas chicas, de los olores, pero más que nada de las sensaciones. Me pregunto si todos anhelamos el mismo tipo de sensaciones. Y qué referencias tenemos todos de las cosas. Hay días en los que el aire se siente de una manera que me hacen acordar a un día en el que, enferma de amor, me crucé una mariposa un día de primavera y... eso me resultó demasiado irreal. Hay días de invierno, fríos secos, dulces pero amargos, en donde los árboles en silencio me llevan a los días en los que el frío me atrapaba caminando de mañana. Y hay una canción que cada vez que escucho me lleva a un día en especial que nada de especial tuvo, pero que en el paré antes de cruzar una calle para poner esa canción y por una semana no escuché nada más. Y no tiene sentido tener un recuerdo así y de manera tan recurrente...pero por algo -que no sé qué es- lo tengo. Curiosa es la mente...
Volviendo sin sentido a lo que me llevó a esto que no sé realmente qué es... le prendo una velita al Dios de la escritura para que siempre me de la posibilidad de escribir con palabras lo que no puedo decir en voz alta.
Entonces, hoy y a través de las palabras me enamoré de una pareja de personas que ni siquiera existe porque, como ellos dicen, ambos son personajes imaginarios y ella, es un personaje inventado por él.
Long live la gente capa del paisito que existe por más de que yo me olvide.
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