Soñadores trepando nubes

viernes, 29 de enero de 2010

Siempre buscando respuestas a preguntas inútiles, así nos movemos, a veces sin necesidad, a veces por temor a la seguridad, o por el simple hecho de permanecer en movimiento para no caer. Cuantas almas rondan sin sentido, viendo cómo su vida pasa por delante de sus ojos, sin apenas rozarla, sin querer sentirla, sin pretender saber qué gusto tiene. Personas que sin rumbo fijo simplemente viven muriendo, y cuantas mueren queriendo vivir. Aquellos que se mueven con el afán de sacar de los demás todo aquello que puede convenirles, sin otro propósito que escalar posiciones de una escalera imaginariamente mortal. Y están aquellos que se detienen ante las señales, que miran con atención el alma del cuerpo que encuentran a su lado, aquellos que miran con ojos atentos las gotas de lluvia mientras caen. Suelen ser meros observadores, que esconden revoluciones interiores que no saben como mostrar al mundo. Y dos por tres uno se encuentra con esas almas de corazón valiente, de alma rozagante de fuego que enciende cuanto encuentra a su paso. Y están también aquellas que sonríen ante la gran desgracia que bien saben les está esperando a la vuelta de la esquina, siempre. Están aquellas que nacieron para brillar ante el mundo, que los juzga continuamente sin precaución alguna. Y hay almas que no saben como convivir con otras, y pelean y gritan, lloran de vez en cuando en un intento de vencer sus demonios. Y a veces arrastran a otros a ese círculo de confusión infinita. Pero para ellos, siempre hay almas salvadoras, esas que harían todo lo que estuviera a su alcance , e incluso lo imposible para rescatarlas. A veces sorprenden esas almas que tímidas y recelosas, no se dejan ver con claridad, guardando grandes secretos llenos de magia y temores que en algún momento afloran, salen al mundo y chocan contra otras almas. Personas que llevan almas atadas a su ser, aunque no sean suyas, y no pretenden devolverlas, se aferran a ellas con desesperación, para evitar una gran caída, sin darse cuenta de que las almas deben ser libres, deben estar sueltas. Hay almas que nacieron para estar en libertad, que rápidas como caballos salvajes salen a correr por bellos prados, en busca de pasiones inolvidables y tertulias de noches oscuras. Almas que no encuentran estabilidad, y almas que son paz. Almas que no tienen calma y mientras construyen su propio infierno hacen que tierras tiemblen para desatar el caos. Almas soñadoras, que buscan encontrar respuestas y hablan de silencios y callan teorías. Hay almas que más que almas son estrellas, que más que estrellas son cometas, que pasan arrastrando brillo, te deslumbran y se despiden, y tal vez nunca vuelven. Hay almas con las que vale la pena un café y almas con las que es preferible evitar compartir un cigarro. Y mientras todas estas almas con personas que somos todos aprendemos a darnos cuenta de que no estamos solos, el mundo pasa. El tiempo pasa, y las almas crecen, o mueren, o retroceden. O viven de a poco, con miedo a el que vendrá. O viven sin pensar, dejando apenas rastro. Están esas almas que con detenimiento toman los pedazos de almas en pena y con gran paciencia las recomponen. Almas que sin la compañía de otras no podrían vivir. Almas callejeras, trotamundos, que no nacieron para pertenecer a un solo lugar, y su esencia está en todos lados, en las grandes avenidas y en los callejones más oscuros, en las fotos más antiguas y en las orillas del mar. Almas sin brújula. Almas sin sueños. Almas sin triunfos, llenas de pequeñas victorias. Almas inolvidables. Almas de colores. Almas buenas. Almas sin religiones. Almas sin ética. Almas sin corazón. Almas con bondad. Almas que nacieron para vivir por otras. Almas eternamente jóvenes. Almas compuestas por melodías de canciones. Almas que pasan y viven y aman y sufren y sueñan, y gritan y cambian y se revolucionan y se quedan y piensan y callan y vuelan y comparten y mejoran y crecen y se hacen mundo y ruegan y escriben y agradan y extrañan, y matan y pasan, y viven y mueren. Y renacen.

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