JUEVES, 12 DE ABRIL DE 2012
New York, New York...
Aprovechando que estoy en esta maravillosa ciudad, y ya que algunos de ustedes han tenido inconvenientes para leer esta nota en nuestra sección de prensa, les dejo aquí el artículo sobre New York que escribí para el último número de Mustique...
Cada vez que podía, me tomaba un avión desde donde estuviera, y aunque fuera por 48 horas, visitaba mi paraíso. El momento más intenso era, sin lugar a dudas, el que vivía en el taxi que me llevaba desde el aeropuerto al centro. Apenas la skyline se aparecía frente a mis ojos y New York, en todo su esplendor, se me ofrecía, me quedaba sin aliento.
He ido tantas, pero tantas veces, que conozco cada rincón, cada olor, cada calle y hasta cada árbol del Central Park. Inclusive he soñado mucha veces, con los ojos abiertos, cómo sería vivir en esta Babel moderna… Pero nunca me he quedado más que una semana o diez días. Probablemente para que mi entusiasmo juvenil pueda permanecer intacto toda mi vida.
Foto: mitographia.com
He dormido en gran parte de los hoteles: desde el Hotel Roosevelt, tan old fashion, con su pequeño baño en cuya bañadera había un sistema para colgar la ropa interior que lavabas de noche, a las suites lujosas del Waldorf Astoria o del Four Seasons. Hasta dormí en el mítico Algonquin. En estos últimos tiempos, cada vez que voy, me instalo en un departamento de familia, así que vivo en una verdadera casa… Aunque en New York nunca me parece estar en casa. Hay demasiadas energías como para querer quedarme en casa… por lo menos para mí.
Puedo decidir en cada estadía hacer cosas diferentes, o tal vez repetir siempre las mismas… Pasearme (vestida con alguno de mis mejores conjuntos y, por supuesto, llevando tacos) por la Fifth Avenue hasta Bergdorf Goodman, mi tienda favorita en el mundo (poseo la BG Card y no hay vendedora que no me conozca). Almorzar en su restaurant del sexto piso, mirando el Central Park y el Hotel Plaza desde las ventanas. O directamente ocupar la mesita del fondo (que siempre me reservan) del Cipriani y comer su ensalada de alcahuciles y palta, que es la mejor comí en la vida. Pasar el resto de la tarde entre Barney’s, Madison Avenue y Henri Bendel, para después volver a casa a cambiarme y terminar el día cenando en Milo’s: otro de mis puntos fijos. Milo’s es un restaurant griego excepcional, donde los pescados y los productos vienen directamente del Mediterráneo. Está siempre, siempre lleno. Se ve que la crisis nunca lo afectó. Allí te podés encontrar con Al Pacino, Woody Allen o Rupert Murdoch. Nunca paso por NYC sin ir por lo menos una vez. Digamos que este sería el día Midtown Girl.
Pero también puedo optar por hacer un tour de museos, empezando por mi preferido: The Frick Collection. Nunca me canso de visitarlo. Es más chico que los otros, pero adoro las obras expuestas. Igual no me olvido ni del MOMA ni del Metropolitan. Son placeres para el espíritu, que NYC ofrece muy fácilmente. Después de estos recorridos, me iría a comer al Candle Café, uno de los más antiguos restaurantes totalmente veggies de la ciudad, sobre la 3rd Avenue.
Cambiando completamente de panorama, saltaría del Upper Side al Downtown, donde se elevan las más impresionantes obras arquitectónicas de los últimos años. Empezando por el nuevo One World Trade, 1 WTC o Freedom Tower, que se está construyendo en Ground Zero, imaginado por el arquitecto David Childs, del estudio SOM. Se estima que estará terminada en el año 2013. Medirá 1776 pies, en coincidencia con la fecha de Independencia de los Estados Unidos. La segunda torre en construcción, la 2 WTC (se harán también la 3 y la 4, y todas ellas formarán parte del mismo centro), es obra de Norman Foster, uno de los más grandes arquitectos del mundo. Me encanta que estas grandes obras puedan, de alguna manera, reemplazar o, por lo menos, mitigar el vacío que dejaron las Torres Gemelas… Aunque la cicatriz perdure por siempre. Para mí, son dos las cicatrices que atraviesan Manhattan: la de Ground Zero y la del Dakota, el edificio donde el 4 de Diciembre de 1980 un loco le disparó a John Lennon.
Pero NYC no es una ciudad sumergida en la melancolía. Por el contrario, es tanta la energía en el aire, que uno se siente empujado hacia el mañana… Y no hay mejor lugar para sentir estas energías que Broadway… Allí, en un derroche de neones, se presentan los musicales que cautivan a millones de personas. Desde “Cats” a “The Phantom of the Opera,” “The Lion’s King,” “Les Miserables” y “Sister Act,” las he disfrutado todas y a algunas las he visto varias veces. Otro gran placer. Después de este baño de música y alegría, nada mejor que una comida tardía en Sardi’s.
Difícil a esta altura no sentir que se está viviendo en un capítulo jamás filmado de “Sex and the City.” ¿Quién no se sentiría un poco Carrie Bradshaw esperando a Mr.Big? ¿Cómo no dejarse invadir por el frenesí del shopping? Surcar la Quinta Avenida y Madison, buscando los últimos modelos de Manolo Blahnik en su boutique de la 53, tan elegante que hasta hay un guardia de civil atento a abrirnos la puerta. O darse el lujo de probarse todo en Oscar de la Renta. O tal vez soñar con las joyas de Lorraine Schwartz.
Pero también me da un gran placer recorrer los tres pisos de Abercrombie & Fitch (siempre que no haya que hacer una cola interminable para entrar). Es como entrar en el templo de la juventud eterna. Desde el bellísimo chico semidesnudo que está parado en la puerta, a las vendedoras teenagers en minis con volados y los boys que atienden, es la imagen de un America forever young, sana y deportiva. A tal punto que, al comprar una remera, participás de la ilusión de comprar un poco de todo eso…
New york es un gigantesco store de ilusiones, en el cual todos queremos comprar algo. Siempre me voy de la ciudad con el corazón un poco apretado y con la promesa de volver cuanto antes...
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Patricia, una italiana intensamente relacionada con Uruguay, debe, a pesar de haber perdido hace un tiempo a su marido, ser una de las personas más afortunadas del mundo, y con esta hermosamente frívola descripción de sus contínuos viajes a Ny me acaba de hacer llorisquear. Le agradezco igual, claro está.
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